martes, 6 de mayo de 2008



Los milagros son comparables a las piedras:
están por todas partes ofreciendo su belleza y casi nadie les concede valor.
Vivimos en una realidad donde abundan los prodigios,
pero ellos son vistos solamente por quienes han desarrollado su percepción.
Sin esa sensibilidad todo se hace banal, al acontecimiento maravilloso se le llama casualidad, se avanza por el mundo sin esa llave que es la gratitud. Cuando sucede lo extraordinario se le ve como un fenómeno natural, de que, como parásitos, podemos usufructuar sin dar nada a cambio. Más el milagro exige un intercambio: aquello que me has dado debo hacerlo fructificar para los otros. Si no se está unido no se capta el portento. Los milagros nadie los hace ni los provoca, se descubren. Cuando aquel que se creía ciego se quita los anteojos oscuros, ve la luz. Esa oscuridad es la cárcel racional.

Alejandro Jodorowsky

2 comentarios:

carmen dijo...

Me gusta, me gusta muchísimo este texto de Jodorovski.
Ese es el asunto, claro y meridiano.
Gracias Eva, me ha encantado leerlo.

Anónimo dijo...

¡yo te veo!